* Lluvias abundantes y continuadas que causan desbordamiento de grandes colectores fluviales.

* Lluvias torrenciales que provocan avenidas de ríos y ramblas.
En los paises mediterráneos europeos los episodios de lluvia intensa otoñal provocan los desbordamientos de ríos, rieras y barrancos. Su origen se relaciona con la existencia de una orla montañosa terciaria que confiere carácter de cubeta rodeada de relieves al sector occidental del Mediterráneo, la intensa ocupación de llanuras litorales, y la presencia, en esa época del año, de aguas marinas cálidas, premisa indispensable para la formación de grandes conjuntos conectivos. De manera que las situaciones de inestabilidad atmosférica se saldan con registros de precipitación abundantes y de elevada intensidad horaria, y la crecida, a veces desaforada, de ríos y barrancos. La localidad de Jávea (España) ostenta el récord europeo de precipitación máxima en 24 h: 871 mm, el 2 de octubre de 1957. Destacan las inundaciones de septiembre de 1963 en Cataluña, de octubre de 1982 en Valencia y Alicante, o las de septiembre de 1992 en el sur de Francia Durante esta última se contabilizaron 63 muertos en las regiones de Voucluse, Ardiche y La Dame.
Las prácticas de defensa llevadas a cabo para evitar inundaciones, amén de las mejoras en la predicción meteorológica, contemplan medidas estructurales de regulación de caudales (diques y embalses), canalizaciones de tramos conflictivos e instalación de sistemas de alerta automática basados en la implantación de puntos de control que envían información en tiempo real, como los desarrollados, en los últimos años, en Francia (red Cristal), España (SAIH: o el Sistema Eficaz de Aviso de Emergencia (DAEWS) en el Danubio. Sobresale también la serie de obras llevadas a cabo en Holanda para evitar las inundaciones, que culminan con la puesta en marcha del Plan Delta, aprobado tras el desastre de febrero de 1953 que causó 1.865 muertos y la inundación de más de 160.000 ha. Este plan tenia por objeto la ejecución de una serie de infraestructuras para la prevención de los desbordamientos del Rin, Escalda y Mosa.
Sequías

Temporales de viento.
Un riesgo climático poco valorado, pero de elev

Temporales de frío y nieve.
Las «olas de frío» provocan, anualmente, unas elevadas pérdidas humanas en Rusia y en los países de Europa oriental (Polonia, Repúblicas bálticas, Bielorrusia, Ucrania, Eslovaquia, Hungría). La llegada de masas de aire árticas o siberianas hacen caer los registros de temperatura mínima a valores de -15 °C e inferiores. Muy graves daños económicos para la actividad agraria causan las expansiones de estas masas de aire que alcanzan los países mediterráneos (Grecia, Croacia, Serbia-Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Albania, Macedonia, Italia litoral mediterráneo de Francia y España. En estos casos, las regiones poco acostumbrados a bajas temperaturas invernales ven perderse las cosechas de frutales y productos hortícolas que se encuentran en producción en esas fechas. Entre los episodios de frío intenso de los últimos decenios en Europa destacan las invasiones frías de mediados de febrero de 1956, navidades de 1970-1971 y 1996-1997, y en la primera quincena de enero de 1985. La ola de frío de enero de 1985 ocasionó cuantiosos daños en los cultivos de la Alemania, Suiza, Austria, Francia y España. Unos efectos catastróficos tuvo la «invasión siberiana» ocurrida en las navidades de 1996-1997, con registros térmicos mínimos de -30 °C y menos en Moscú y otras capitales del este de Europa, con cerca de cuatrocientos muertos.
Relacionado con precipitaciones de nieve en zonas de montaña se encuentra el riesgo de avalanchas de nieve o aludes. Los aludes se producen con precipitaciones de nieve abundantes caídas en breve intervalo. No obstante, el riesgo de aludes, además de la abundancia de nieve, depende, en gran medida, de las condiciones topográficas del área afectada; y, junto a ello, una vez que la masa de nieve está presta para desprenderse, la temperatura ambiente y el viento son los factores desencadenantes de su derrumbamiento. La orla montañosa alpina es el área más afectada por estos destacados eventos, sobresaliendo la avalancha de 1919 en el Tirol austríaco, que causó la muerte de 10.000 personas, y la de Blons, en 1954, también en Austria, con 380 muertos. Más recientes son las avalanchas de Saas-Fee (Suiza) que causó 88 muertos en 1962, la de Val-d'Isère (40 muertos, en 1970) o las ocurridas entre febrero y abril de 1999 en Francia (Chamonix) y diversos valles de los Alpes austríacos con más de 30 muertos.
Olas de calor.
En sentido totalmente contrario, los países del sur de Europa se ven azotados en verano por expansiones de la masa de aire sahariano, que, en los meses centrales del verano, provocan unos incrementos súbitos de temperaturas, un descenso de la humedad relativa y sequedad ambiental, que se suelen acompañar de incendios forestales intencionados y de afecciones cardiorrespiratorias en las áreas afectadas. En ocasiones, la intensidad de las expansiones alcanza a países tan alejados de la fuente norteafricana como Gran Bretaña o los países nórdicos. Destacan, en este ámbito, las olas de calor muy intensas de junio de 1983 (44 muertos en Grecia y 40 en el sur de Italia) y de julio de 1994 en la Península Ibérica (46,1 °C en Murcia), que causó 41 muertos.
Tormentas de granizo

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